La noche nos protege y quizás el miedo
es la prueba más clara de esa protección,
la mano suave del peligro cuyos ojos
vemos solamente a través de las edades
simultáneas de quien amamos. Desnudos,
cuando el juego ya es solo un vestigio
y la costumbre de reír se planta en seco,
cuando en nuestros labios se reduce
todo lo dicho a una palabra. Ahí,
cuando todo lo aprendido se demuestra falso,
solo cabe comenzar un mundo desde cero,
tan desde abajo y tan desde lo muerto
que cada caricia flotará en tu alma
ya para siempre como la eterna flor
de todas las futuras destrucciones.