Gracias astros, gracias
valles galácticos, montañas negras,
por las formas que habito. Por cierta sonrisa,
aquella mano, el tiempo. Por lo que me destruyó
sin piedad. Gracias enjambres celestes
que aún chupáis mi agotada energía,
hasta hacerme sentir vacío como la botella,
un plato. Abierto como una puerta,
la ventana. Al raso. Gracias, cosas que pasaron
como pasa el río. Viejos estorbos, locos demonios
de las fuerzas del aire. Gracias,
abismos interestelares, anarquías tristes
de la soledad y anarquía festiva de la gracia,
por regalarme esta visión borrosa
de la fuerza que se conserva inevitablemente
cuando uno no es nada. Gracias por bautizarme
en la imposibilidad de la muerte.