
Horarios fijos, sangre seca. Ocho litros
de agua de Normandía en una garrafa
en el semisótano de un edificio de oficinas
de la Rue du Bac. Nada sospechoso,
si tenemos en cuenta que M.U. regentaba
un establecimiento de, no deberíamos decirlo,
de todo tipo de remedios milagrosos. Y distinguía entre
lo misterioso y lo milagroso con tanta precisión
que en su círculo de conocidos rara vez alguien
cuestionaba sus disparates. Los miembros
de la Herencia del Cisne siempre se juntarán
con este tipo de simuladores. Camuflarse con lo falso
era la mejor forma de pasar desapercibidos. Se juntaron
con farándulas diversas durante años y aún hoy nos producen
esa sensación superflua que tanto lamentan algunos. Pero
qué sería mejor, es absurdo pensar que la expresión directa
de sus creencias fuese a
…parfois, il semble que personne n’ignore
ce qu’il ne faudrait pas dire.