Los restos puros persisten en una desordenada castidad de tiempos cruzados. La edad de una mujer interminable consuma cada mañana una ausencia más amplia que el mundo y en cada páramo de su carne un pensamiento nos agota hacia atrás, hacia las causas perdidas. Hacia el eco de una primavera más remota. Porque en cada resto del alma una conciencia que no es nuestra retumba la desconfianza eterna. No es rápido ni lento como se desgarra la luz de cada astro. Porque es la luz es lo quieto. Solo se mueven la oscuridad y el vacío.