Un sol hueco del que te separan mil años
está aún resucitando. No te des prisa,
su luz es pasajera todavía. Mantente,
no mires hacia abajo ni recuerdes
el veneno espumoso de las pieles
o el lozano yeso de sus ojos.
Su palabra es pasajera todavía, ruidosa
y bella. Su malgastado sonido es la esencia
de un fármaco turbio y potente. Pero
el tallo del rosal siempre cuenta
sus espinas. No mires hacia el sitio
donde los húmedos barros se arrodillan.
Un sol hueco, un saco de arena,
ese desastre infalible que ningún astro
compensa. Hambre que ningún
alimento sacia. Sed constante
de las plantas que prefieren
el viento a las palabras. Porque
el corazón es la procesión desnuda
de las verdades que nadie conoce.