Arden las puertas de las chozas,
ya nadie volverá a sentirse
seguro dentro. Y los caballos perdidos
ya relinchan como el fuego, sintiendo algo
que agota las distancias separándoles. Veo metales,
veo piedras y ya me lleva el miedo de la mano.
Les vi quemar la cosecha. Y aún puedo contarlo.
En cada despertar escuchas ciertas palabras que olvidas.
Veo cristales, veo tierra. Veo los triunfos diurnos
en los que se pierde todo. Esa ley, la coincidencia
por la cual las noches se arremolinan perdidas
en torno a una aldea. Recuerda. Si el despertar
convoca algo intrascendente en tu corazón
es que otro millón de paces espera. Todas juntas,
como un ser diminuto y vivo.
Como sobreviven los seres inferiores.
Como sobreviven las arañas blancas.
Aprende a despertar. Aunque estés solo, cuando duermes
alguien te dice al oído que de la oscuridad se sale siempre,
que avances. Que llegues al río, que cubras
cada trozo de tu piel con otra piel más viva.
Así se resucita.