Aquí mi mirada incrustada en la luz
es un manantial de mármol.

Tu piel es lo que resucita.

La luz tuvo cada vez más fuerza,
mi ojo estuvo cada vez menos preparado
y viví más que lo que pude entender
y entendí más que lo que pude vivir.

Resucita el cuerpo, no el alma.

Y solo me sentí capaz de dar
lo que nunca supe prometer.