Todo ya, nada será robado para la noche
y la vida que con su aroma ya solo nos desmembra
ya llega al camino en el que las huellas desaparecen
para quienes han vivido libremente según el aire
recuperado cada mañana.
No, el mecanismo por el que un hecho cualquiera
se hace vivible no es una cuestión de palabras,
pues las palabras solo conducen al estupor
cuando todo lo que se tiene que decir es
que una puntualidad duele. La dulce voluntad
de dos relojes lejanos, la sensata distribución
de sus medidas. Pero no entiende el lenguaje
quien no vio la palabra parada en un mar de silencio.
La alegría está en cada palabra, siempre la encuentran
los que viven. Por eso decimos que las palabras
no son las puertas de la vida. La vida
es la puerta del lenguaje y a partir de aquí,
mientras otros hablan, mientras otros gritan,
solo temblará mi voz recuperada en el bosque,
en la frondosa quietud de las verdades eternas,
en lo clandestino de tu presencia.