Todo lo llena la luz blanca, esa que invierte
las raíces de las desapariciones. Todo lo lleva
la memoria cierta de todo lo que ocurrió, como si
verdaderamente no hubiese sido más que el profundo
cumplimiento de cada posibilidad. Árbol de luz, teorema
de los equilibrios, camino de todos los viajes, luz
tan abrasadoramente bella que aceptas ya para siempre
su ceguera. Luz tan desmembrada, luz en cuyos poros
descansa la paz abrazada a su propia palabra. Término
completo de las voces, vieja cadena de los seres,
jardín de lo conocido y lo desconocido. Blanca,
tan vivificadora y tan mortífera, todo lo llena
y todo lo rodea. Como rodea todo el cuerpo la médula,
el sendero primordial, como rodea la vida el primer paso,
así descienden por un palacio de argumentos los hombres
en silencio. Todo gira sobre esa duda de la luz, sobre el
dudoso resplandor que añade claridad a la claridad.