Como el abrazo serpenteante del cobre
que trenza filamentos de aire respirado. Como rayas de luz
tejidas en los momentos previos a la madrugada. Como las fiebres
que desaparecen de repente. Las decisiones que en su momento
parecieron coherentes, incluso acertadas, y que con el tiempo desvelan
nuestra pequeñez y nuestra ceguera. En ellas habita la inocencia eterna
que se derramará sobre el ser como el líquido de un vaso que se rompe.