Aquí las voces demuestran una pertenencia inexacta al paisaje,
la luz es cada vez más flexible, cuando uno pierde el sentido
de la noche tiende a extraviarse por lo humano. Y aquí, nada
es humano. La primera luz siempre es de arena y araña tus ojos
para que sientas siempre la oscuridad como un vacío, te exige ver
como exigen caminar las pisadas de los hombres sobre la nieve
de un alma aún fría. Reconozco este mundo, porque ya la hierba
creció llena de luchas en un pasado inaccesible. Los matorrales
expresaron sus secretos mucho antes que la luz de nuestro idioma
estrujase la savia salada de su razón, ante de que se brotasen
los néctares ásperos de esta tierra, antes de que los montes
agotasen en el calor del mediodía el aroma del tomillo. Antaño
las azadas encerraban en su mango los abrazos que nadie
daba. Recuerda, te exige ver, relinchar, revolcarte como
un potro de fuego en los remedios. Hay que curarla. Olvidarás
el sabor del serrín, llorarás la gota de brea, andarás desnudo
por la calle un día, trenzarás el mimbre, tocarás las flautas.