Todo lo supe al pensar en ti, todo lo entendí
al verte. El tiempo cumple un propósito mayor
cuyo sentido aún entiendo. Así pueden los ojos
abrirse como flores, y así puede anudarse la visión
de las cosas en algo que aún no debe llamarse alma,
pues es un centro vacío que recibe el pensamiento
como los viejos beduinos recibieron aquellos hijos
que no criaron. Y lo celebraron. Como el pueblo
que con indiferencia espera a los futuros invasores,
el néctar cuya dulzura no desmembra la paciencia
de ningún dolor, sino que espera aún también
la señal precisa por la que se desviven
los animales mansos. Durante los meses de invierno
la vida adquiere una densidad que nadie se atreve
a describir. Yo no sé qué decir y nunca volveré a hablar.