Otra forma de vida cuando alguien, llegado a una edad, aún puede esperar buenas noticias. Dentro de la luz de la esperanza no somos más que las buenas noticias que logramos mantener como posibles.

Aunque sea la simple esperanza de que haya guardianes de la luz, guardianes de la belleza, guardianes ya no de las formas puras, sino de esa forma de verlo todo que a todo lo convierte en igual de bello. Para los ojos de esos ángeles nada es más bello o más feo, la lucidez de su mirada supone que todo en el universo está marcado por el mismo nivel de belleza. Para estos seres no hacen falta imágenes ni arquetipos, pues cada ser es en sí mismo un paradigma. Los niveles de existencia no son una propiedad de la realidad, sino una propiedad de una forma particular de mirarla.

Salone del Tiepolo di Palazzo Clerici a Milano il 21 ottobre 2011.

Pero no se trata de observar la belleza en todas las cosas. Sino que la observación de una belleza no oculte otra. Por eso la contemplación mundana, la de los seres finitos como nosotros, no debe centrarse en admirar cualquier cosa, sino buscar las formas de belleza que liberan la mirada hacia esa contemplación de la belleza de todo y del todo.

Eso debe ser algo de lo que es capaz cualquier ojo. Pero no significa que, desde nuestra visión finita, podamos compartirlo con cualquier ojo. La contemplación compartida, la unión que se produce mediante la contemplación simultánea de la belleza no tiene tanto que ver con la simultaneidad o coincidencia de la mirada, sino con la liberación mutua de las miradas. Esa liberación mutua es una de las principales formas de amor.

La belleza resplandece a través de todas las cosas y es amada en todas [1]. El amor está en todo y para todo [2].

Cuando uno muere la esperanza se mantiene intacta en otro mundo.