Es posible que podamos achacar la imposibilidad de una verdadera comunidad fraternal al hecho de que la fraternidad necesita un substrato sobrenatural que, de modo inevitable, tiende a convertirse en imágenes que acaban siendo simples resortes meméticos. La comunidad organizada en torno a símbolos tiende a alejarse del sentido originario de las imágenes. Las imágenes pierden su referente y terminan actuando como simples dispositivos de mediación social. La imagen por la imagen termina siendo una gran creencia que, por el hecho de poder articularse socialmente de múltiples maneras, se convierte en un dogma casi imposible de detectar.