La única ventaja del ser humano fue la capacidad de pronunciar palabras que ya estaban antes en el aire como unos puntos óptimos de tipo pragmático. Óptimos de una relación desigual entre un ser y su entorno. Las palabras, ordenadas según redes discursivas, dieron lugar a un poder superior a las redes de relaciones que se establecen entre todos los seres de un ecosistema. El ecosistema está formado por relaciones de coexistencia mientras que el lenguaje opera siempre a través (o en función) y hacia relaciones de poder.

Esas palabras son el ojo de la cerradura a través del cual nos vemos. Son una rendija. Eso poco que somos capaces de percibir es lo que le permite a uno ‘construirse’ a si mismo. Nos ‘construimos’, precisamente porque el conocimiento que tenemos de nosotros mismos es incompletos. Si nos conociésemos del todo no necesitaríamos construirnos. Estaríamos seguros de ser seres completos.

Nos distinguimos del animal porque a causa de las palabras nos vemos de modo fragmentario por naturaleza. Siempre enfocamos la mirada a unos aspectos ignorando otros.

Ver la rendija del experimento de Heisenberg. Ver siempre el molde, el nido de las formas, nunca las formas mismas.