Ocupar un espacio mental no es lo mismo que abrir un espacio mental

La resolución mediante imágenes del problema de la vida, de la contradicción entre experiencia y conocimiento, se realiza de un modo tal que nos movemos en la dirección contraria: el valor de lo inmanente es el valor de lo casual, de lo contingente, de cada momento, sea cual sea, en virtud de su simple diferencia. En vez de buscar eso que puede pasar por debajo del velo nuestro compromiso sería la negación adolescente de la muerte: buscar una vida tan intensa y completa, tan lógica como dialécticamente blindada, que parezca más fuerte que la muerte misma. La figura del eterno retorno es la más clara afirmación de esta actitud. De Nietzsche no se libra uno fácilmente, por tanto queda pendiente una exposición más clara de las debilidades de la inmanencia. Pero lo primero que debe ocuparnos es de esas figuras de la muerte, de esa tradición perenne en la que debemos encontrar unas figuras y ejes clave para el desarrollo de nuestra investigación.

El fragmento de vida no es la base de la amistad

No hay convivencia posible que venga dada por el consumo de fragmentos. La experiencia cultural de los fragmentos es algo que se realiza en soledad. Lo único que es compartible en términos vitales es la vida misma. Cualquier texto, imagen que envíes con la idea de que puede ser útil, es prostitución misma de la idea. Envía ese poema, porque crees que vas a cambiar la vida de alguien, porque crees que te desnuda de cierta manera. Y tienes que ser capaz de mantenerlo en todo momento. De otra forma solo vivimos en una nube de consumos, nos convertimos en eco desvaído.

La imagen de la infancia es el fin de la infancia