Tardan los otoños en romper la piel dura del tiempo
cuando una dulce destrucción deja su puerta
abierta hacia algo que nunca se produce.

Solo puede existir eso. La deuda no pagada
a los testigos. Una niebla sumisa cómplice
de la huida de quien teme siempre que ama.

Cuando se celebra el resplandor en la carencia
y la propiedad a oscuras. Cuando la lluvia
no es más que el odio vulnerable de los montes
y la grata senectud de los arroyos. Coge
mi mano de hierba, pon más paciencia en mi edad,
rompe la piel dura del tiempo de nuevo y sin cuidado,
llevando hacia tu casa las heridas, si cae alrededor
cada palabra de este idioma de rejas y de brasas.