Hay un mundo oculto parado en el presente,
un mundo que no necesita tiempo, un latido inmóvil
que en su culminación supera todas las destrezas,
algo que emite y contiene toda la fuerza.

Hay un presente eterno al que todo regresa,
una llanura de últimos principios donde no se distingue
la semilla de la planta. Sutil simultaneidad
de todas las edades, delicada burbuja
donde todo es ahora, justo abismo
del nacimiento completo y de la muerte completa,
pozo de paz donde degüellan la luz los santos brutales,
donde la hoguera es humo y el humo es fuego,
y el calor la forma del ojo que el fuego ciega,
un alarido turbio, condenas de lo incomprensible,
y son tus lágrimas lo que te protege de la ceguera
mientras ves tu vida entera. Sabes
que la vida solo es un recipiente vacío. Y lo vivido
la forma abstracta de un amor potente e inalcanzable.

Sé paciente, ahí está la razón que acude a ti
cuando las demás razones fallan. Cada alma
es las paredes de su gruta, la superficie ciega
a la que se adhieren las imágenes,
el laberinto de todas sus estancias,
la extraña libertad cuando todo da un paso firme
hacia todas partes. Pero la carne que vive
por encima de la carne
es también un vestigio. Paciencia. Todos tienen miedo
y todos se hieren. Su alegría se convirtió en miedo
porque era miedo. La inteligencia es hija del miedo,
la vanidad hija del miedo, el amor es la infancia del miedo,
fruto del sueño, pero todo sueño fruto del miedo.

Pero esas son las semillas de las que nace una danza.
En esa quietud debes beber hiel de buey
y leche negra de mosca velluda. Pero sobre todo,
debes convertir tu muerte en la casa de un dios,
debes vivir por encima de tu alma. Tal el secreto
de los seres frágiles y poderosos.