En este extremo del andén crece la hierba
entre los adoquines, porque cada vez somos menos
y los trenes más cortos. Pronto moriremos
y no te habré vuelto a ver desde aquel día.

No quiero tocar nada, idolatro la simple luz
vista del todo. Pero ya no será la luz de los gestos
y aún me pregunto quién salvará
lo que no cabe entre las cosas.

Nadie escuchará estas músicas en el futuro,
nadie entenderá el entusiasmo de unas pasiones
que caducan con los días. Quien viva en la verdad
pasará por alto estos tiempos para contemplar
los siglos milagrosos en los que la vida iba en serio.

Señorita, debes saber que en ese viaje hacia el pasado
las gentes pararán en Breakspears Road
y dirán que allí vivimos. Algún día sabré contar
lo que allí pasó. Sabré decir que fue importante.

Solo siento la pena de saber que esas palabras
no serán ya de este mundo. Esa calle perdida
la visitarán en sueños seres no humanos.

Por eso no lucho ya por nada. Dios haga
que la muerte simplemente me devuelva
la capacidad de amar. Y sí, ya la veo, ahí está
como una gran llanura desaforada e inútil
a la que nadie ha llagado jamás. Sé que allí
esas palabras serán un gran mirador
más allá de la vida y más allá del tiempo.