Tesis sobre el arte a partir de una obra de Frank Auerbach
Solo es un caos la confusión de donde puede surgir un mundo
— Schlegel
- No hay acto de creación sin un referente moral, sin un sentido de la presencia. Cuando prescindimos del referente moral estamos pisando el terreno de la producción económica, jugando exclusivamente en el terreno del mercado.
- La reescritura de la historia del arte a partir de una determinada arqueología de la vida es lo único que nos hace pensar que el arte no está muerto. El problema son las ‘políticas’ de la vida. Quién es qué para decir que esa vida merece la pena y esa no.
- El mal artista aprende los ‘efectos’ de la presencia. Hace de toda su obra una actividad de causa y efecto. Incluso lo impredecible pasa a formar parte de un método. El método debe abandonarse y el artista no debe cometer el error de creer que el abandono se realiza con seguridad, ni creer que el riesgo por el riesgo garantiza el resultado. Ángela de Foligno: Dios manifiesta su presencia en el alma de siete modos (Libro de la experiencia, p.99 ss)
- No hay mayor equivocación que justificar la obra con algo superior. Lo elevado debe compartirse en privado o expresarse como una vivencia. Aspirar a estar emparentado con lo mágico simplemente por realizar un ejercicio estilístico o retórico es profanar de una manera tal lo sagrado, que lo inevitable es el fracaso sucesivo. Esa línea no debe nunca pasarse.
- La obra es un objeto. Es una parte del mundo. No hay que escribir sobre obras, porque las palabras deben permanecer en el terreno del amor.
- Todo el mundo puede decir ‘te quiero’, del mismo modo todo el mundo puede pintar magníficos cuadros o escribir grandes poemas. Lo fundamental es sostener cada gesto y cada acto con la vida. Son dos cosas, hacer algo que no se sostenga más que con la vida, y poder sostenerlo realmente con la vida. Son esenciales las dos, y la difícil es la segunda. Si uno no es capaz de lo segundo la única solución es pintar mal o escribir mal. Uno solo debe pintar o escribir eso que, llegado el momento, es capaz de sostener con la vida.
- Las nuevas palabras surgen de las zonas de oscuridad que quedan entre las antiguas y definen zonas de oscuridad que darán lugar a las nuevas palabras. Algo similar ocurre en el arte. Quien no es capaz de sostener ese hilo no encontrará nunca la salida del laberinto.
- Hay caminos que parecen cercanos solamente porque se cruzan. Podemos usar tantas metáforas como queramos. Caminos solo hay uno. El resto no pueden llamarse caminos, son simples poses. El camino que hay es el de la armonía del mundo.
- Solamente es válido el peregrinaje. El peregrinaje es un vagabundeo con sentido, pero su sentido solo se manifiesta en momentos puntuales. Ese peregrinaje tiene un camino único, pero no coincide con ninguno de los caminos del mundo. Si alguien lo llama arte, escritura o religión se equivoca. El camino puede atravesar quizás esos campos, igual que puede no atravesarlos, la cuestión es que nunca coincide con ninguno de ellos. El peregrinaje generalmente busca una cosa: la oración perpetua (cf. Relatos de un peregrino ruso). Hacer de cada uno de nuestros actos vitales un agradecimiento y una súplica.
- Solo es posible interpretar las obras como emanaciones del Uno. La fuerza que crea ya no el mundo, sino la existencia misma. La intuición del sentido profundo de la existencia es la fuente de todo lo verdadero que puede producirse durante la vida. Cualquier otra fuente de sentido nos lleva a la catástrofe. En la medida que solo hay un camino, el artista nunca está a favor ni en contra de nada. Simplemente avanza manteniendo constante su participación en el ser. Su salvación depende de que no haya ninguna ganancia ni reconocimiento.
- El gusto estético, con independencia de cómo se de en cada época, no es más que un ejercicio de narcisismo. La sensibilidad explota al mirar más allá del horizonte del gusto.
- El crítico superará el horizonte de la época. Verá las obras desde la perspectiva de la resurrección. ¿Queremos ver siempre esa obra? No es simplemente una cuestión de si esa obra es bella. El orden del cosmos no se completa solamente con belleza, sino con una forma particular de contemplar la belleza, de estar frente a la misma. Podemos pintar la fealdad que está frente a la vida, pero solo la que está frente a frente. Pintar una fealdad que sea meramente expresiva es un rasgo de inmadurez. La expresividad en general es un signo de inmadurez.
- Las formas de vida que dieron lugar a las obras de arte no pueden repetirse teatralmente. Vivir la vida de otro solo lleva a callejones sin salida.
- La obra tiene que confesar por qué a través de ella tu mirada es más clara. Tendemos a esperar compartir sensaciones, que la obra nos sintonice, que demuestre que somos almas con sensibilidades similares. Pero la clave es dar el paso hacia esa zona que no es de nadie. Ese punto donde la obra manifiesta una claridad personal intransferible.
- La obra es la barca de Caronte. La barca y el alma juntas.
- El aprendizaje nunca es una parte del camino. La única razón para aprender a pintar o a escribir es la de saber qué estarán haciendo los demás. La educación define un terreno de prácticas que hay que evitar, porque en esa zona es imposible detectar a los impostores, a los generadores de simulacros. a los que usan procedimientos. Solo hay una excepción: cuando se forma parte de una disciplina, una tradición.
- El detalle inhóspito nunca está ahí para provocar una sensación desagradable. No es un recurso estilístico. Es la manifestación de cierta forma de rigor.
- La verdadera desnudez es esa que no seduce. Esa que obliga a quienes buscan el placer a experimentar un rechazo estético que en el fondo es un error moral. Hay experiencias estéticas que destruyen moralmente a los espectadores, sin que ellos lo sepan.
- En términos generales, nunca hay que hablar de la obra. Pero llegado el momento siempre tiene que ser posible dar de manera indirecta una clave vital que justifique la misma.
- La obra de arte nunca se sostiene por sí misma. No hay ni una sola excepción. Aspirar a ello es fruto de creadores contradictorios en los que se mezclan los delirios de grandeza con la más absoluta irrelevancia vital. Solo el artesano puede distanciarse de esa manera de su obra.
- Hay cierta contradicción en el gesto antiintelectual de evitar el pensamiento filosófico buscando la pureza e inmediatez estética al tiempo que se hace un uso extremo de la tecnología de la información. El discurso de la pureza comienza a ser creíble cuando empieza en la pureza del alma.
- El flamenco puede ser una de nuestras herencias más inmediatas. Pero el flamenco no es una música. Es una forma de presencia. No hay ‘canciones’ en el arte, solamente testimonios de diversas formas de aparición. Escuchar flamenco es un acto imposible. Seguir la estela del flamenco sería optar por un arte oscuro cuya única comprensión real pueda darse clandestinamente dentro de un ‘círculo familiar’. Los ‘entendidos’ no entienden nada.
- No debe profanarse lo puro declarando herencias injustificables. Quien no sabe estar solo en el acto de creación está condenado a venderse como un producto barato.
- Solo es posible hablar de obras concretas desde la perspectiva del arte en general. Pero no se puede hablar de arte si uno no se ha sumergido en el más allá del arte.
- La información no es siempre mala. Hay una poética de la documentación. Un acto de consumirla y gestionarla que es instintivo, que elude de alguna manera los imperativos de las tecnologías. Pero son pocos o nadie los que alcanzan ese grado de dominio. Benjamin, Warburg. Quizás Szeemann. La estructura del acto de documentación adquiere en ellos un carácter carnal.
- La eternidad. Posesión simultánea y perfecta de una existencia sin término (cf. Boecio, De cons. 5). La clave no es la duración. A la eternidad, cuando se ejerce desde la perspectiva de la simultaneidad, no le preocupa la muerte. Es vida siempre presente en sí misma en su totalidad (Plotino, Enead. 3.7). Simultaneidad y presencia. El tiempo se funde, pierde su orden, y se llega al momento de la presencia de todos los tiempos (Dante, Paraíso 17,18). Las uvas de Zeuxis frente a los ojos del pájaro eterno. Quizás es la imagen en los ojos del fénix.
- Todo artista debe estar preparado para abandonar el arte.
Foto: Armstrong-Jones