La nueva vida aún parece muerta. Pero recuerda,
cuando llegues frente a la puerta mira el muro,
allí está todo. Mirarás por la cerradura
y te preguntarás por qué no pasaste al otro lado,
pero no esperes ser recibido en ese palacio.
Ese es el lugar al que van quienes no entienden
el mensaje. Los que tienen miedo, los que esperan
un triunfo definitivo. Y en verdad que lo merecen.

Tú eres una llave que no abre ninguna puerta,
y en las infinitas estancias para ti ya no hay más
que almas distantes. Para entrar allí no uses las llaves
de veneno y ponzoña. No comas los restos
de la carne muerta. No bebas de la fuente
junto al camino. Muro, muro, muro. Eres
la llave que crea la cerradura y la cerradura
solo es una pared infinita. Sigue, sigue y sigue y ya está
creada

y ya se ha abierto y no ves nada, no sientes nada.

Aguarda,

esa nada familiar es lo que amaste y lo que te amó
en calma, unidos para siempre. Mira ese animal negro
tan puro y tan manso. Mira el secreto inmóvil de la mariposa
que vuela sin alas. La nueva vida te parece muerta
porque por fin estás más allá de lo vivo y de lo muerto.

Toda la vida del mundo es como un animal pequeño.

Harás reír, harás llorar, como en la tierra llueve
y hace sol. Como en todo cuerpo los astros,
con las potencias de su luz, de sus aguas y sus sales,
se despliegan en el interior a través de sus formas,
de sus durezas y sus temperaturas,

como abrazan la pendiente
los sabios torrentes de la antimateria. Así será
porque la huella en tu mente de las palabras sin voz
también habla. Porque tu palabra definitiva será ese día
la planta en flor que rodea el árbol.