La imagen de esa paz solamente
sometida a la anarquía de los cuerpos. 

Testigo de que se cantó, de lo que surgió
y se filtró entre los espesos vapores de los himnos.

Fronteras y fronteras, quedaron atrás las fronteras,
quedaron atrás las leyes y las fiestas. Atmósferas
en ruinas. Armazones químicos, cumplimiento
estricto de descomunales procesos metabólicos,
pirámides inmensas de placer. Las clonaciones.

Fronteras y fronteras. Solo desde el exilio se siente
la esperanza de una verdadera comunidad. Son
los que entendieron la vulgaridad de los sacrificios
después de vivir la época de todas las destrucciones.

El centro vacío.

Lo que no logran ni el corazón ni el cuerpo,
lo más primario y común que puede haber en la visión
directa de las cosas. Luz encerrada en una esfera,
concentrada, y la humildad que te descubre el rostro cierto,
y su verdad al acercarse a una forma de vida más potente
en su creciente simplicidad, tanta, que resulta invisible
para la muerte. El silencio que te abrasa como un fuego interior
y la ausencia que te abrasa como un fuego interior. Juntos,
en lo que no logran el corazón ni el cuerpo. La palabra
que no causa ningún efecto porque en ella misma es el hallazgo
de querer vivirlo todo y solo logra añorar la casa en el camino
y el camino en la casa. Entiende lo que es no vivir nada
para saber que vivir no es nada. Eso es estar
más allá de la vida y de los vientos. Eso es dejar atrás
lo que quisiste y lo que te quiso. A partir de ahí se ama
para desear que te odien. Solo entonces el amor será puro
y su fuerza máxima.

Un amor que deja mudo a todo lo que está a su alrededor. 

Enjambres de nudos que se sueltan solos en el aire.

La magia del mundo es arbitraria,
querer es inútil. Te dirán
que no pierdas la esperanza,
pero no saben lo que son
las verdaderas esperanzas. Y te sientes
indiferente ante las bromas inertes.

Todo se evapora. la imagen del verano 

Se oculta entre las zarzas. Ningún cuerpo
florece entre palabras. 

Sentir la urgencia de la vida no es llamar
ahora al ahora, ni dejar de lado las palabras.

Han cubierto de nuevo las distancias
los cuerpos. Han movido sus brazos
y sus labios al hablar como florecen
las rosas. De un lado para otro fueron
encontrándose entre ellos dulcemente
y las tardes de verano se hicieron largas
y en ellas las horas lentas cuajaron
como madura hacia la vida el fruto astral
de las estrellas soberanas. Porque querer
no es expresar ni demostrar nada, querer
es existir en la desnudez vulnerable
de la quietud y del silencio. Sobrevivir
solo por plantar cara al destino dejando
que las cosas ocurran a su manera.

Fronteras y fronteras, atrás quedaron
cerradas para siempre las puertas de Khajuraho.

Frutos perdidos de los grandes valles. Desde ellos,
desde el aroma persistente de su vieja dulzura
voy a entender y voy a ver y ver, ver una vez más,
verla viéndola, viéndome, viéndome viendo, verlo todo
hasta que toda la luz y hasta que todo el día
tenga tu forma. Donde ya no te conozco y no
te siento. Pues Juan, conociéndote,
bautizaba en la noche.