Nota
Antes de que resulte obvio se hace necesario decir que estos textos están escritos en la debilidad de una voz. Tanto individual como colectiva. Desde una múltiple paradoja. La debilidad de lo que refleja lo estrictamente individual refuerza y debilita al mismo tiempo lo colectivo. Y viceversa. No es posible proceder a un análisis crítico de ello, solamente matizar algunos malentendidos. En primer lugar, eso que puede percibirse claramente tanto en los aspectos formales o conceptuales de los mismos no se corresponde meramente con un registro biográfico ni con una condición social del presente. No debe buscarse en estos fragmentos una huella vital ni un destino colectivo, no porque no puedan encontrarse, cosa fácil porque las huellas vitales como los destinos colectivos son como las moscas que en verano de repente están por todas partes. Son textos que se producen en ese fallo del yo y en el fallo de las civilizaciones que tejen una historia transversal. El fracaso del yo individual es algo colectivo, y el destino colectivo se convierte en signo biográfico. Este tipo de hechos aunque puedan expresarse de forma grácil a través de figuras conceptuales paradógicas como la anterior son hechos intratables que se proyectan además a lo largo de grandes periodos históricos. Dicho de otro modo, la historia de la debilidad y la historia del fracaso avanza poco, parece que el fracaso o la derrota se mantien intactos. La historia humana entendida desde la perspectiva del progreso es la historia del desenvolvimiento de nuevas capacidades de acción que dan lugar a nuevas formas de ser. Pero el fracasado, quien se encuentra desposeido de la capacidad de actuar permanece mucho más cerca de la incapacidad originaria. Esa es la razón por la que no puede haber una historia de los perdedores. Los fracasados viven estrictamente en el mismo momento histórico. Es por esto por lo que aquí se produce una inversión o colapso del concepto habitual de valor que impide adoptar el discurso de la víctima. El derrotado no es tanto la pérdida de lo que se extingue como el depositario de la extinción misma. Es el que transmite la memoria de la extinción en ausencia de lo extinguido. Eso constituye el gran océano oculto de la cultura humana. Océano porque allí desembocan los ríos de todas las civilizaciones y de todas las culturas, pero también la memoria familiar y la personal. El territorio del olvido, es la zona de la nada está lejos de ser un lugar infecto. De hecho es que está entre los más puros y los más bellos, si no es el más puro y más bello. Pienso en la imagen de un océano subterráneo, se abre a ese lugar de las catacumbas, lugares donde se lleda después de haberlo perdido todo. Deben ser lugares necesariamente clandestinos, pues por la naturaleza de los vínculos que ahí surgen implican la debilidad de todo el orden social. La propia geodas, grutas misteriosas, Recuerdo la gran estalactita de Doolin, de alguna manera puede ser la glándula pineal del mundo. Mudus, puertas de acceso, omphalos. Parece que la entrada al submundo es siempre el acceso a un mundo de memoria. Almas como sombras del Hades vuelven a la vida gracias a un sacrificio y recuperan toda la memoria. El Hades es donde permanece latente toda la memoria del mundo. La acción de reactivación se produce porque un héroe encuentra algo que puede ser sacrificado para reactivar el lenguaje. Algo que no tiene lenguaje. Es por eso que debemos ser cautos con los textos que portan la debilidad de una voz. Su territorio natural no es el de los movimientos literarios ni el de las corrientes filosóficas. De hecho, esa philosophia perennis, esa historia del tiempo largo solo es una capa más, un plano más profundo, pero para nada una base. Si seguimos con esta similitud topográfica. La debilidad de las almas del Hades no es nada comparada con la debilidad de la víctima sacrificial. El animal sin lenguaje, sin memoria, dotado por ello de una forma limítrofe de vida representa la debilidad máxima de la voz individual, la inexistencia de la voz individual. El animal en genral, —y dentro de esta categoría aparecería con fuerza el chivo expiatorio— es una puerta a lo ancestral. No por la rudimentaria crueldad del sacrificio. Lo esencial no es el primitivismo. No es la realización de gestos teatrales que emulan rituales antiguos. Sino el situarnos en capacidad de apartar de nosotros o penetrar en esa capa. Unos querran mirar hacia otro lado, nosotros queremos seguir mirando. No hacemos el ritual de expiación, sino que excavamos en las experiencias que han hecho de nosotros un ser sacrificado, el modo en el que podemos ser chivos expiatorios, propiciando incluso esas situaciones. Querer ser rechazado no es solo lograr el estado de independencia respecto a los demás. No es solo obtener una sensación de fortaleza frente al mundo. Querer compartir la situación de las víctimas. Entrar en ese estrato. El proceso individual que surge de ese viaje no debe entrar a formar parte de este libro. No entraré a debatir con quienes mencionen la supremacía cultural del hombre blanco como modo de deslegitimar esta toma de posición o las palabras siguientes. Si de la condición sexual, racial o cultural de un ser humano se deduce que su discurso es necesariamente hegemónico es no entender nada de hechos humanos básicos. Todo ese supuesto poder no conduce necesariamente al ejercició de una ficción hegemónica, ejercicio de poder. Uno que tiene casa y comida en el plato, algo de tiempo. Que son los frutos más importantes del poder, sea del tipo que sea, está en posición de poder darse cuenta de que cualquier cosa que haga se inserta dentro de la perspectiva de la muerte. No solo las condiciones que dan bienestar pueden desaparecer. No es la vivenvia de la desaparición de personas, cosas, lugares. No es solo la certeza de la propia muerte, sino además la de la muerte de la propia cultura, de la propia civilización, del mundo. Desde esa conciencia, el entender unas palabras como estas como un ejercicio de poder resulta poco menos que irónico. Si el poder existe de alguna manera relevante en el mundo no es para dar lugar a categorías de clasificación o valoración. La dignidad humana está al margen de las categorías, y solo se consigue cuando nos desprendemos de las mismas y entendemos su validez temporal o contextual. Desde el horizonte de la debilidad, de la muerte, el fracaso, las figuras culturales concretas resulta tediosa. Desde la perspectiva de la muerte, cuando estamos verdaderamente ante la misma, y cuando hacemos caso al sabio consejo de vivir cada día teniéndola presente, no nos importa más que la palabra que nos convertiría en inmortales. La palabra de paso. Ese es el misterio de las últimas palabras. Buscamos en ellas el resumen de una vida, pero también el primer paso, la fuerza afirmativa que desde la debilidad se pruyecta como un último acto de fuerza hacia el siguiente territorio. ¿Por qué creemos que la muerte es fuerte? La muerte es lo más débil y cada instante de vida demuestra que permanece agazapada, derrotada, incapaz de hacerse con el dominio de la realidad. Incluso cuando se produce de manera sanguinaria, temprana o imprevista. La debilidad de la muerte es una situación delicada en la que un pequeño gesto, una mínima palabra es crucial. Al lo largo de los siglos esto ha adoptado múltiples formas. No solo las últimas palabras, las consignas dadas en las laminillas órficas, en cierto modo la oración continua. Esto es lo que subyace detrás de una palabra tuya bastará para salvarme [sanarme?]. Este es probablemente el uso más perfecto de la palabra pero, una vez más, ante el mismo existen muchos malentendidos. No hay una contraseña válida. No hay ‘palabras mágicas’, su realidad pertenece a la fantasía infantil, quizás pueden existir en la infancia, dentro de los caracteres esenciales de la infancia. Las instrucciones de las laminilas órficas sirven porque hay una vivencia común antes de las mismas, una comunidad cuya estructura vital o forma de vida hace que esas palabras escritas en las laminillas tengan un valor de paso. La pérdida de esa comunidad implica la caducidad de la fórmula. Cada forma de vida tiene su fórmula. No hay manera de analizar, de estudiar eso. Forma parte de la experiencia la certeza que la simplicidad del alma que según Platón era condición de su inmortalidad, se asocia a una simlicidad de la vida, tanto en las acciones como en los conocimientos. A partir de ahí no hay caminos marcados. Podemos seguir las creencias órficas con un intento de reconstruir su universo vital, dejarnos al no actuar o la aniquilación del yo. Todos los pueblos, todas las culturas, han producido una intuición de este tipo. Eso es rastreable. El tener información de las mismas es en parte un regalo y parte de una herencia universal portentosa. Sin embargo corremos el riesgo de malinterpretar los signos, arrancar de su contexto originario, deformar conceptos mediante traducciones imposibles. Eso es tremendamende importante para el lenguaje poético. Si ha de tener una relevancia más allá del gesto estético, del bienestar psicológico del consumo cultural, autoafirmación o posicionamiento en el presente, todo ellos usos legítimos pero que nada tienen que ver con lo que han producido las grandes tradiciones de la palabra. […] Son tradiciones en las que la palabra dista mucho ser un remedio reconfortante, al contrario, muestran que cuando se convierte en palabra útil, cuanto nos hace consumirla con frecuencia, que el aumento del placer nos encierra en el mundo de una manera que antes o después cobra factura. Las tradiciones de la palabra quieren situarnos ante encricijada, ante la duda, ofrecen el único consuelo de darlo todo. En esas tradiciones, confluyen mirada colectiva de una comunnodad, la del anonimato, la de individuos sin comunidad. Rara vez la radicalidad viene dada por la figura de un autor, en el sentido moderno del término. No se trata aquí de cuestionar esa figura, que se mantiene en la decisión de no usar seudónimo. Pero es inevitable subrayar que esa debilidad de partida, asíi como sus correspondientes articulaciones, se mantienen estrictamente dentro de un horizonte en el que el yo, cuando se usa, rara vez pretende corresponder al de esa figura de autor. La debilidad de una voz individual es con frecuencia un registro de la comunidad, o de cierta comunidad. Se considera una voz inevitablemente plural. [Eso es parte de su fuerza. Pero no se trata de fuerzas. Las fuerzas son siempre especulativas, y No es preciso entrar aquí en especulaciones.] El yo el tú son reversibles. El nosotros es a veces íntimo, a veces esperanzador, a veces cruel. Explicitar en detalle estos registros resultaría vano y monótono. Es una cuestión que aquí debe quedar a modo de simple advertencia. Pero un añadido. En lo que respecta a la organización del material en torno a ocho bloques, que se contemplan al modo de ocho zonas arqueológicas. Zonas, obsesiones, estilos arqueológicos. Manuscritos qumránicos aparecen ordenados . Aquí se definen como ocho zonas de excavación. Lo que antes estabaa junto ahora disperso. Poemas enteros fragmentados. Me parece importante haber señalado este hecho, pues la persistencia del punto de vista de la primera persona es anecdótico. En tanto que firmo esto por un acto de simple transparencia, no estoy en condiciones de dar cuenta de los registros y los hechos. Al margen de la forma en que se caracterice, sí existe la necesidad de producirse en cierto modo como restos de un pueblo o comunidad. No debe entenderse esto como querer ser la ‘voz’ de ninguna realidad colectiva, sino asumir el hecho incontestable que se escribe siempre no solamente para alguien, sino desde nuestro deseo de compañía en esa situación de enfrentarnos a la muerte, de encontrar la palabra que nos lleva ante la muerte. Constancia de voces. Reconstruir una tradición o una creencia. Dentro de que exista una vivencia particular, absolutamente intrascendente para lo que aquí se presenta, en tanto que la soledad es simultáneamente de personas concretas y de pueblos o comunidades ideales. Una forma de estar en el mundo y de orientarse ya no en la realidad, sino hacia la realidad. Pero es ejercicio fallido. Se ha mezclado en su organización una idea topográfica a veces referente al lugar de surgimiento, al lugar de bucacion conceptual y espiritual. En tanto su autor o autores sigue o siguen vivos se trata de un animal, un fenómeno atmosférico como el bullicio de una masa. Son voces simultáneas que surgen, como un texto indica como voces de esos grupos de personas en obra del . Dentro de dirigirse al absoluto quieren manifestarse dentro del contorno de su finitud. Murmullo incompleto. Así queda completa el marco vital de estos textos. Todos se engloban dentro de la doble aspiración. Sobra decir que lo que late detrás de ello es esa tensión. Esa forma de vida que lle lleva ante la muerte y que quiere pasar más allá de la misma, resulta individual o colectiva. Qué nos llevamos de los otros. si esos otros están en nosotros al final como un magma indiferenciado, o quedan rastros de su voz, de su mirada, de sus almas, y de su compañía.
No me ha parecido presentarlos como la ficción de una comunidad. La soledad vivida es sismrep de una comundad (Agamben, Villacañas). El pueblo, como horizonte de lo colectivo está desapareciendo. Lo común no es tanto cultural como físico. Y además lo material ya no es eso ‘socialmente construido’, sino la materialidad de base. Urgencia de tratar lo que es anterior al lenguaje, algo por lo que todos hemos pasado. Es entonces cuando aparece la debilidad como un signo de iluminación. Por debilidades nos desintegramos a nivel social, a nivel mental. Pero cuando encontramos la debilidad máxima uno accede a la certeza de lo indestructible.