He perdido el tacto, tampoco siento
ninguna sensación de peso. Oigo chapoteos
como grandes bancarrotas de agua y veo
los resquicios romos y las sombras obtusas
de una luz de plomo y de hormigón. Fui abrasado
por un calor inmóvil, por una temperatura pálida
que pronunciaba mi nombre y tu nombre.
No tengo pies. Quizás tampoco piernas, estoy
hundido en un marjal de plomo. No sé caminar
e ignoro cómo una vez pude hacerlo. Mi cuerpo
es como un bullicio de movimientos perdidos
e ignoro cómo fue posible caminar juntos
y cantar nuestros pasos. Pero sé que hay
un modo misterioso de proclamar en silencio
la presencia mutua cuando se ama.
He venido aquí para saldar todas las cuentas,
para convertir los precios en fango incomprensible.
Vuestra justicia y vuestro bien ya no son más
que un residuo sin provecho. De nada valen hoy
las buenas intenciones. Buscad en la maldad,
detrás de ella está vuestro tesoro.
Quiero hablar como si no existiesen ni el instinto
ni el lenguaje. Quiero expresar lo que provoca lo imposible.
Como un gran deseo estancado, detrás del mal
está la pureza que aún no es buena. Quítame ya
este sudario. Sopla la ceniza de mi corazón
junto a las piedras de Hilly Fields. Siembra mis huesos
en las laderas y en la tarde, siembra mi voz en la mañana,
no me des cobijo por la noche, déjame suelto.