Los que habitan el desierto de su desnudez viven
las tierras vacías de compartirlo todo. Los que dieron
su vida por una comunidad íntima ahora se arrastran
por los caminos que nadie transita. Lloraron sangre y luz pura
y ahora entienden el error de compartir el dolor o el miedo
y hacen de ello un río sagrado. Solo allí
podremos bautizarnos. Cuando se queman
los despojos de las últimas hierbas y se renuncia
al artificio de las generosidades fáciles se entiende
el grito que emiten las cosas. Al únisono
pronuncian los únicos mandamientos: no compartir
el augurio de lo real. No compartir símbolos vanos,
no llamar amor al afecto acostumbrado, no llamar
modestia a la servidumbre, ni dulzura a la seducción
decrépita de las tardes ociosas.

Cambió su forma de verte tras hablar
con alguien en quien confiabas. Esa fuerza
inexplicable en su origen, ahora ya la conoces
y sabes que no hay remedio, sabes que este huracán templado
expresa motivos inexpugnables. Imposible volver a hacer
eso que te recuerda a alguien, eso que duele
como si hubiese espinas en las tripas del aire,
eso se entiende lentamente como un lento veneno,
un dejar de ser que nada tiene que ver
con la muerte. Hay un agotamiento diferente
que lo impregna todo, que todo lo ensombrece.

Marchan los viejos camaradas hacia tierras natales
aún no descubiertas. Vivir más allá del presente
hacia eso que olvidamos del origen, hacia eso
que nos robó la perpetua hipocresía
de los lenguajes. La necesidad de compartir un idioma
solo nos lleva por el camino de la mentira.

Pero queda intacta una esperanza sin objeto,
una esperanza sin un deseo concreto. Expresa el silencio,
haz que las palabras emerjan desde su raíz
cargadas de lo que no dicen. Haz que la voz
domine la voz anulándola. Las palabras desaparecen,
son ya innecesarias.

Hasta que nuestros cuerpos así trenzados
gateen por ese suelo de sombras que son
las capas inferiores del aire. Allí donde se recogen
los frutos de la noche. Allí donde la pérdida
y la soledad son nuestros tronos. Allí ya somos
incendios brutales. Allí donde reina eso
por lo que nadie se atreve a preguntar.