Vivir es lo imposible, el color más fugitivo
del cielo cada tarde, lo que no es azul ni rojo
sino una soledad cerca de ti, una distancia
incomprensible de átomos descabellados,
un tiempo que corre y me deja desnudo
ante la muerte. ¿O es ya la muerte
lo que me habla con la más suave de sus voces
a través de ti? Ese tiempo consentido,
como una pereza caprichosa que me llena el pecho
de amor y miedo al mismo tiempo si rechazo
un nuevo pacto de paz impersonal. No sé aparentar
ninguna relación técnicamente perfecta. Quiero ser
esa tierra de nadie, eso que no es tuyo ni es mío,
eso que duele y eso que arde. No voy a conocer
ninguna calma distante en el pozo
de nuestras desidias. Poco es la vida
para quien ama, poca es la belleza
de los palacios de las alegres rutinas. Y terca
es la noche que retumba entre los ojos, asesina
sinceridad de las camas partidas. Oro, oro lejano
de las estrellas cuando ya no duermes en casa.