Siento que no se cumplan las promesas de los cuerpos,
que la fuerza de la belleza y de la edad no se convierta
en el alma final que te acompaña. Que no lleguemos libres
al juego de esa suplantación misteriosa, cuando vivir juntos
es la posibilidad de convertirnos en todas las cosas. Siento
que este camino vacío es más convincente. Las palabras,
los contratos, las leyes, las noticias, los matrimonios,
las ganas de salvar el mundo, no brillan ante la luz inevitable
del corazón cuyo enigma emerge como esas islas volcánicas
de grande humaredas, piedras calientes, en cuyos elementos
de química primordial habita como un animal dormido
el secreto de la vida. Lo latente, un ruido de fondo
que aún nos da en este mundo la bienvenida. La inmensa
capacidad de amar que se esconde entre las cosas, ya a punto
de nacer hacia la verdad y hacia el origen inagotable de lo bueno,
todo lo que aún nos espera. Siento que merecen la pena
este reloj y esta cama, este equipaje, esta calle,
estos sonidos que todavía madrugan hacia lo que nunca ocurrió,
como un río que nunca desemboca, susurrante conjuro.