Como quedar herido por esa extraña voz
hecha de un lenguaje perfecto. Tantas vacaciones
llenas de una secreta confianza en los cuerpos
ahora hablan más de la cuenta. Tanto, que ya somos
como barrotes paralelos de zinc, teoremas
indemostrables donde el tacto es la atmósfera
de esos cuerpos rígidos como kouroi, torpes
diamantes solitarios, monstruosos como las profundas
dorsales oceánicas, como los dragones más voraces
de las tardes en las que hablar es quedar heridos
por las palabras de los cristales rotos, llenos
de la desnudez perdida entre las sábanas del tiempo,
y las de los cristales perfectos, de los trozos de luz
más delicadamente enhebrados en el aire. Voz tardía de las paces,
silencio traducido, sembrado, minúsculo bastión, cántaro lleno
del único átomo de aire que ambos respiramos.