Otoño, oh, dioses que anunciáis la cosecha o el fuego, pero
si el frío se acerca de manera cruel hasta las puertas
de las ciudades, oh, habla cíclope cegado, háblame monstruo
derrotado de puños prietos y ceño retorcido. Quiero
que se exprese el mal extraño para los hombres cuando,
en la huida, la necesidad convierte el cuerpo y su debilidad
en un pozo destructor, cuando desde las altas atalayas
solo se vea lo que desborda la ceguera, solo para que
la propia ceguera no pueda verse. Canta, por fin, flor sin pétalos,
el florecimiento incompatible con las temperaturas de este mundo.