Toda la vida que existió, ahí la tienes
inmóvil, toda presente con todos
sus inicios y sus finales y todas
las súplicas inútiles a los dioses
del tiempo. Todo lo que se sintió
es algo a lo que no se puede llamar
amor ni odio. El fin del hambre
es oscuro como una piedra y su secreto
es que el alimento inerte nos gobierna
desde una muerte superior, una muerte
esbelta y flotante, como una miel sutil
que empapa las destrucciones.
Toda la vida que existió cabe un gesto serio
cuando entre sol y sol todo se aquieta a la vez
y el deseo se convierte en desgana. Solo
podían hacerlo los que sabían
que nada de lo que hiciesen
aliviaría su sufrimiento.
Y ahora que esta bomba cae sobre mí
y veo el fuego como una flor y lo sostengo,
quién dice que no puedo nada.
Ahora la palabra será pobre y suficiente,
no debe hacer sentir nada.