Mansedumbre y prosperidad. El hoyo cavado por mis últimas sangres. El sentido inalienable de lo mismo: aquí reposo. Quien se acuerda de mí recuerda el grito, no la espera invisible, no la paciencia. En el descenso hacia la luz hay una frontera que nunca se cruza. Las paredes no escuchan, sólo olvidan. Nada existe. Todo es llamamiento, un círculo invisible para otros círculos. No es vida lo que tomaste por tal sino un alrededor perdido. Somos un aleteo ruidoso, no el vuelo. Todo se paraliza y no hay palabra ya para lo claro, para lo mismo.