Esta es la pura piedra blanda
cuando el acre roce-chorro
maltrata mi palabra y callo.
Este es el peor exilio de todos,
la peor culpa, el peor reloj maldito,
reloj del tiempo perdido.
Esto es la carne y las montañas,
la ardilla y el zorro, el desierto de la piel
con las arenas de las sábanas
y la guadaña bajo la almohada.
Esto es el equilibrio de las fuerzas
cuando nada puede nada y solo hay
un fracaso paulatino, lentamente
destilado, como un sudor precioso. Ese fracaso vale
más que un diamante.
Sacúdeme como a un desmayado, azótame, soy una
bestia resignada. Cada cumbre sueña
con desgracias que no pueden compartirse.
Esto es un viejo cántico, el pulmón
que solo respira ya aires cargados de suerte.
Este jirón exhalado es la bóveda secreta
de la última catacumba.
Esto es un altar de pechos
multiplicados y en fila. Tu ausencia
será la diosa de las nutriciones.
El concilio de mis deseos
como una muchedumbre de monjes ortodoxos.
Tu pelo y tus uñas son
mi única corona en este sótano endiablado. Tu boca,
el anillo de todas las radiaciones.
Tu cuerpo anula
la estructura de las opiniones, la visión
de los comportamientos posibles. Ojos cerrados,
rumor de todas las contemplaciones.
Aquí cada idioma es un eco fósil. Cada
palabra una costra petrificada
por una locura de odios. Así
como arañas mi esternón: ¿harás
lo mismo con mi tumba?
Así hoy las palabras son
el asilo de mis deseos, y mis deseos
la agonía de un ser
cuya naturaleza desconozco.