Quieto reino de llanuras dormidas,
nido de raíces quemadas que acoge
una voz como un lento río de brea
que se desborda. Láminas de presa luz
que arrecian desplomándose solas,
luz que empapa el subsuelo
con una serenidad portentosa.
Esta niebla de oscuridad es luz
de una oscuridad mayor. Distancias
no deformadas por prisas. Así puede al fin
morir aún más lo muerto. Así se mantiene la vida
intacta ante un abismo mayor en la laguna negra
de las aguas quietas. Eterno cargamento
de la luz de estar frente a alguien en silencio.
Firmeza de los ancestros.
Esa columna brutal de vida
que me hizo verte.
De ese modo resplandece lo que siempre está ahí,
lo que no siente la urgencia de nada ni de nadie,
lo que no exige ningún cuidado.
Corona de madera.
Calma que zarandea el fuego.