Para Víctor Jaenada

Comprende el año en el que cada metal se forma
y se agolpa como una sangre pesada y se afila
deformándose su poder y su esencia.

Compréndelo, pues ese año dura siempre.
No recojas los cristales todavía.

Excusa que no paren los aceites y los humos
en ningún hogar, que solo sean el temblor
de los fríos más dóciles y humanos.

En el río de tu presencia se bañaron mis ojos y dije:
que sea el río lo mismo y los ojos lo diferente
y que sea la diferencia tan grande como la ceguera.

Pon en cada coz una herradura, y en cada vaso
la sed perdida de las células simples. Sabes
que la obligación de avanzar no perdona
una vida. Es una represalia de carnes
porque no hay cuerpo que no imagine cuerpos
y la soledad es siempre imagen de dos presencias.

Hemos llegado intactos a la madrugada,
hemos pasado otra noche de palabras negras
y ahora se abre el cofre de todas las vidas.

Quiero comprender, ser comprendido.

Pero siempre viene de frente el que adelanta,
siempre se aleja quien se para.

Santa voz que manaba de lo duro
hacia lo duro.

Sagradas aguas que desbordan
la profundidad de las piedras.

Ya solo eso.