Como aquella vez que cené solo en el Comptoir,
porque creo que no bajé por la rue Soufflot
ni pasé por delante de Les Fountains, pues aún
confiaba en el papel que el placer, sin más, juega
en el progresivo descubrimiento de la propia realidad
quizás porque en una ciudad eso se produce a veces
como la manifestación de una locura colectiva
que genera una multitud de ondas expansivas
que a veces convergen o se condensan en una gran
oleada de entusiasmo. Lo mismo ocurre con el odio
y por eso pienso que tenemos suerte quienes habitamos
esa radiación de fondo que lo ocupa todo, que en todo
se infiltra como una temperatura extraña que a veces
te llena dulcemente por dentro y a veces te retuerce
o te abrasa. Esa radiación que esconde su foco
de la misma manera que el mundo esconde
la fuente de sus leyes, el nido de las formas y la cantidad
exacta del tiempo que queda. Todo lo que está permitido permanece
flotando de alguna manera sobre ti. Hasta que de repente algo
deja de ser una posibilidad y se convierte en una duda,
es como una mano de vacío que se muestra y se esconde,
como la brisa fresca que se siente en un cuarto cerrado,
como una nube del color de la flor del miedo. Qué previsible
es lo inesperado. Qué cruel el tiempo con los testimonios
de los amantes que sienten cómo brota a través de ellos
el mundo. En el jardín de los años han quedado las piedras
esculpidas como líquidos abstractos que desbordan
las geometrías rigurosas de su dureza y en su imposible fluidez
flanquean, contienen o encierran con su delirio la propia demencia
de los bloques vermiculados en Arts et Métiers. Míralo fijamente,
rompe con tus ojos turbios el secreto de la fuente de Castalia,
la común intimidad por la que el cielo expresa la desnudez
de los suelos más fértiles, de las espumas de las cuevas
más profundas, vibrantes yacimientos del cansancio, grutas,
ninfeos, habitáculos en cuyas paredes
puede implantarse la vida real y crecer y llegar
a las orillas de un estanque en un mundo sin nacimientos
donde sabemos, al ver reflejado nuestro rostro mudo en el agua,
que todo está allí, que todo estuvo allí siempre.