Vous serez une part de la saveur du fruit
— René Char
Se alzarán las columnas del otoño, del verano… los primeros días
que demuestran la esencia intacta del tiempo, el umbral que garantiza
que todo ser se cumple infinitas veces. No hay prisa. Tan solo debe
notarse la presencia de todo en todo. Que de nada valga decir adiós, llevar
dentro toda tu vida y todas las vidas. Ya cada día roto es todos los días
y tantas voces, la sabia filtración de todo lo que puede ocurrir. Un átomo es
todos los mundos posibles. Y enteros. Cada palabra es todo lo que puedo decirte,
y cada despertar es todos los llantos. Y si entre todo eso hay una verdad dulce
que queda incumplida, un amanecer roto en la cuneta del día perfecto,
un punto de fuga que miente sobre el destino. Miente, pero en toda palabra
hay una salud que nos sobrevuela, un temblor que no se pronuncia con los labios
ni se enreda entre el pelo. Una visión que cierra tus ojos, porque la dulzura
de esta noche es una mina. Cada roca guarda el carbón de vivir a última hora,
el sacrificio de callar lo que se sabe, la anarquía de cantar lo inexistente,
el silencio de apostar por lo perdido. Las alamedas celestes, los ojos cerrados,
las bocas cerradas que te rechazan. Tú. Que no pacificas, que solamente padeces
lo que todos quieren vivir y multiplicas excusas. Tú, que lloraste en Hampstead Heath
al anochecer cuando ya no se veían las lágrimas. Tú no eres yo porque no sabes
ya qué hacer. Tú no eres yo porque te rendiste. Tú eres el que calla, el que para,
y yo el que habla, el que sigue. Tú. Pregúntate cómo se amarían las bestias
si no hubiese leche, si no hubiese lana. Sin astros
de noche nadie recordaría la vida, solo quedaría una oscuridad inerte,
nuestro interior no sería infinito. Tú, que eres mi yo verdadero,
por qué no vienes. Oscura salud la de estas palabras que surgen
a ciegas de entre los muertos. De otra salud misteriosa,
y que no saben lo que es el milagro de los peces. Levantemos el cielo
hacia ese Dios de la vida, hacia ese Dios de los muertos. Sí, cantemos,
que quien repite lo mismo está muerto, pero es invencible.