La distinción de los momentos
agota las fuerzas de los ojos
que confían en la pureza
del presente.

El tiempo pasa y los golpes de sentido toman la eternidad
presidiéndola. Pero amar no es suficiente si descubres
que siempre hay algo que tu corazón no logra sentir,
que la ceguera se pliega en tus entrañas como una voz
de ceniza. Que la dulzura de encender las luces pertenece
a la costumbre de otras épocas y los años convencidos de su
ardor se disuelven en el beneficio de ignorar las faltas.

No volveré a amar. Mi corazón solo entenderá
la gramática de lo que nunca supo sentir.