La palabra que baja al mundo y vuelve cargada
de las piedras de los primeros pasos dice
que la esperanza de querer no es aún querer
sino una rota hermosura de alas transparentes.

La palabra inmóvil frente al nuevo asalto
es la flor más vulnerable de cada invierno
porque no hay huellas en la nieve.

Vendaré mis ojos cada verano,
cuando la luz revele el secreto de las voces
jugando a olvidar como nos olvidará la muerte
que se esparce cada siglo entre las encinas.

En cada instante hay algo lejano que se rinde,
una muerte que muere de verdad y por eso renace.

Hay una simplicidad posible
que surge de la devastación.
Como un incendio que muestra
una vieja infancia permanente
en lo que ya no nace.

Porque al cabo de un tiempo se posa
una misma mariposa
en dos lugares distintos.
Y es lo mismo
la separación y la unión.

Hay que ver cada pradera y cada ola,
cada mesa, cada árbol, cada caballo
como un fuego incomprensible.
Pues la esencia de la geometría
es torcerse lo recto hacia lo recto.