Amo cada agonía que devuelve el tiempo
a sus comienzos, lo que condena cada vida
a su retorno. Amo la ceguera imprevista
del amor perpetuo, las cruces eternas
de los suplicios más lúcidos y la dichosa
fugacidad de las pasiones cruciales
cuando tu voz como una niebla
desciende dolorida entre los íntimos
rigores dulces de este invierno.