La voz es voz.
No se produce la voz como un modo de expresión.
Quien canta no hace nada, es cantado. La fragilidad de la voz
cuando alguien se siente atravesado
por una reacción que no es suya
pero que al mismo tiempo es su única posibilidad
es la primera cosa.
Cosa. Algo indeterminado.
Querer que la voz sea música es un acto de barbarie.
Querer que la vida sea arte es un acto de barbarie.
El valor no es el sufrimiento sino la pureza de la experiencia.
El error de entender el arte —cualquier arte— como un simple género nos lleva a desposeerlo de su carácter vital. Convertir en simple emoción lo que antes eran formas de existencia compacta.
‘Escuchar’ flamenco es andar entre ruinas. Compartir la escucha del flamenco solo puede hacerse con la severidad oscura de la muerte. La palabra escucha solo puede escribirse entre comillas.
El flamenco que sale por los medios. Fragmentado. Enlatado. Refleja las miserias de las esferas creadas para la contemplación. Vídeos en plataformas o conciertos. Fragmentos. Vidas episódicas de yonquis de emociones. Seres solitarios que buscan conexiones emocionales con las personas que les atraen físicamente. Esa es la única experiencia.
El flamenco no existe ni puede existir. Es una pose entre otras. Lo buscan quienes se sienten faltos de pureza.
Quienes quieren vivir la vida de los antiguos también están faltos de pureza: repiten sus acciones, sus poses, lo que entienden que es la fortaleza de sus expresiones, los focos de intensidad.
Buscan lo que otros encontraban sin buscar. La vida
no les sale de dentro.
Estamos cansados de espectáculos. El espectáculo es la conversión masiva del gesto en acción. Lo que era espontáneo se aprende. Antes era imposible fingir, pero los gestos aprendidos se convirtieron fácilmente en máscaras.
El arte no puede encontrar su pureza. Si esa pureza vuelve a producirse no será ya considerada arte.
Se han perdido las cadenas vitales, se ha perdido la sangre de la tradición. El arte es cosa de zombies. Cualquier intento de continuar en ese camino está condenado al fracaso.
El éxito artístico no es posible hoy en día más que como un fracaso vital. Dicho de otro modo. Las estructuras de la imagen implican que el fingir deje de producirse en el marco de la obra y se produzca en el de la carne misma del wannabe.
Las difíciles condiciones de la supervivencia de lo inmaterial.
Las teclas del ordenador, pulsadas al mismo ritmo que las palmas o el zapateado, no son flamenco.
Niños viendo la televisión. Música de anuncios. Se quiere
que identifiquemos algo como propio y como valioso
en relación con un producto concreto.
Esta guitarra arde entre vuestras fotos y vuestras pantallas.