Abraveses, Micereces. Se durmió entre las plantas
y tuvo que atravesar la luz las cortinas de lo que aún
quería amar. Como cuando en cada hoja a su manera
rinden las sales y los venenos hasta que un temblor dañino
te explica la verdad que le conviene.

Abraveses, Micereces. Cuántas veces más te lleva el río
hacia el lugar de la tristeza. No encuentras la oración,
no sabes cómo hablar. Callas y lo estás contando todo. No sabes
hacia dónde quisiste andar aquella noche y ya nunca en tu corazón
la intimidad es frondosa.

Ya nunca el nombre de tus pueblos
será un conjuro. Pero camina, siente, vive,
das vida al dios de la vida y desde aquel día
el cielo solamente se sostiene
sobre la columna de tu cuerpo.