Hermana sensación del aire
para un ojo que respira
la vieja luz humana
cuando tarda, dada al tiempo acumulado,
la sombra viva quieta sobre el cuerpo
que alumbra lentamente lo que ya no eres.
No lo eres, pues te tumbas en el horizonte
donde se empapan las verdes madejas vegetales
con el más filtrado néctar de la tarde, cuando brilla
como una palabra sola de un último idioma
el denso color de los días. Cuando el viento resume
los galopes más rápidos del corazón y su demora
es la brisa fresca del verano en su alegría,
con las palabras amables y los pasos unidos
en la pérgola de todas las edades.
Y no hay horas para tu lentitud, no caben en los días
tus largos meses pronunciados como una sola palabra
sobrenatural y milagrosa. En ese alto santuario
necesito oír una vez más mi nombre.