Vi como tus ojos fueron dos oasis
y oí como tus labios pronunciaron sin querer
la palabra ‘desierto’.
Te encontré debajo de mis piedras,
te encontré debajo de mis mieles
y allí fuiste la estación en la que mis ojos fueron
los únicos frutos.
Te llamé tartamudeando.
Te vi a través del mundo
y vi el mundo a través de ti.
Así te distinguí en mi oscuridad,
clara y distinta,
durante esos días en los que para la gran luz
fuiste solo un misterio.