L’avventura del cavaliere è la stessa avventura del poeta.
— G. Agamben

ἅδιον οὐδὲν ἔρωτος· ἃ δ᾽ ὄλβια, δεύτερα πάντα
ἐστίν· ἀπὸ στόματος δ᾽ ἔπτυσα καὶ τὸ μέλι.
— Nossis

Sentí torpes aleteos, crujiendo como viejas vigas
en una cápsula de luz. Como rayos de sol partidos
en la madrugada. Y en ese hoyo cayeron guiadas
por la gravedad de una mansedumbre oscura
las ramas ardiendo hacia la celebración definitiva
de su máxima fragilidad.

Quedémonos fuera
un rato más, juntos en la contemplación
de todo lo que existe para que
cuando la noche cuaje conozcamos por fin
lo inexistente en la desnuda
herejía de su incertidumbre. Cuaje. Cuando
tu vestido se convierta en la cúpula doble
de tu temperatura y de tu belleza.

¿Qué fue? Siento cómo tembló en ti
en cada instante el mundo entero.

No debo saberlo. Yo
solo pronuncio palabras
cortadas a hachazos.

Hojas que caen, sol que se pone, moras
y hojas entre las hojas, espigas y juncos, suelo,
tierra, hojas de hierba en esta capa inferior que riñen
por los brillos pesados de una madrugada de invierno. Poco vale
el deseo que no fermenta.

El mundo entero dentro de ti. ¿Cómo se concentró
manteniendo su esencia? ¿Cómo conservar esa imagen crucial
si ya no recuerdo ni tu olor ni tu voz? Si el espejo
que refleja la luz perdida es
un gran muro de olvido dentro del corazón
de los sueños salvajes.

Sí. Tu silencio como un aire
de piedra. Monstruosa ligereza
del sílex. Tan oscura es esa levedad
que nunca más pasarán
lentos los días.

Esa nube cobriza
es un presentimiento. Los sueños
caen como escamas. Cada sueño
flota desnudo en un barreño negro. Solo queda vida
en la intacta profundidad
de las necesidades. Desintegrada.

Tan dulce es el amor
que hasta la miel aparto de mi boca.