Sé que mi amor sería odio
en un corazón más potente,
que hasta aquí llega el orden
sensato de mis sangres, el destino
de esa esponja carnal que no florece
en ningún suelo. Misterio baldío
de esa tierra en la que siempre
es invierno.

Pero el cielo es también un túnel. Y entre todos los milagros
me pregunto de qué error es cada alma una torpe corrección,
de qué bondad el daño. De qué luz de farola muerta
están hechas las pantallas. Qué permeable deseo,
incrustado en lo dócil, conserva el mermado resplandor
de las derrotas. Mira esa gran bandera invisible
que ondea sobre el mundo. Ese mundo
que ya es la realidad toda.

Borra esa imagen. Son tan iguales todas
las imágenes de este cielo tan cansadamente teñido
por tantos cristales. Más dicen del mundo
que de tus ojos. Recuerda que tus manos son aún
los remos del aire en este vagón
de tiempo, que hoy todos vimos los coches como restos
de una civilización perdida, como carros
de Mesopotamia. Que desde este tren
hay quien ve todos los días
las ventanas con rejas
del hospital de Alcorcón.

Son tan duras las repeticiones
que incluso duele
dar lo mejor de uno mismo.