Quiero cantar un nuevo canto de la desnudez
— Antiguamente atribuido a J. Taulero
Siguiendo la cadena de los cuerpos ciegos
regresaré al valle. Siguiendo el olor de las higueras
que impregna sin remedio esa melena de voz buena
cuando una fiebre de sal ronca aletea
entre la vieja bondad de mi sangre.
En la celebración del llanto de las leches marciales.
Aquí permiten las tardes que la vida
cuente por igual, entera y sin recortes,
tanto como en un lecho original
habitado por un fuego sin nombre.
La realidad era igual a un deseo
sin fin y sin fisuras. Deseo tan potente
que todo lo que el mundo busca en nosotros
no es más que una sombra.
No importa que nadie desconfíe. Allí
donde otros pusieron su vida yo también
sentí tedio y tristeza. No importa
que las palabras suenen huecas,
porque el hueco canta. La vida es poca y mala,
pero aquí está. Y se sabe que esas palabras
son ciertas, y que a partir de ahí
ya no hay medida.
Oye las risas flotantes
que permanecen inmóviles ante lo real.
Aquí es tan feliz el fracaso que todos
dudan de los triunfos.
Aquí nada sobra, aquí
las moscas son mejores que los ojos.
Se puede recordar
un pasado sin tiempo, un domingo sin planes
que descansa anclado entre nombres perpetuos.
Se puede recordar, como se recuerdan juntos
los días sin recuerdos, en el mismo rincón
donde duele esperar los hechos que descubren lo que eres.
Porque allí las nubes crecen como el río quieto.